jueves, 10 de septiembre de 2009

PRT-ERP







Mario Roberto Santucho, le escribía al clero argentino en 1976:



"Nuestro ejército Guerrillero lucha por un cambio fundamental, por la nacionalización del capital extranjero, por la reorganización global de la economía de acuerdo a una planificaión que responda a las necesidades colectivas por encima de los intereses individuales, por la ruptura de los pactos políticos y militares que nos atan al imperialismo yanqui, por la reforma agraria y la reforma urbana, por la liquidación del analfabetismo, por la democracia social..."






Cuando mi papá escribía las declaraciones de El Combatiente, no se aislaba de nosotras, Recuerda Ana Cristina, la mayor de las hijas de Mario Roberto Santucho. Era graciosísimo y muy cariñoso. Nos abrazaba y nos decía: Ana Cristina, cola de gallina. Marcela Eva, nació en la cueva. Gabriela Inés, traste al revés. Nos estimulaba mucho para que seamos buenas alumnas.



Una vez escondí el boletín con las notas, muy bajas, del primer bimestre. "Pero me lo hubieras dicho-dijo cuando lo encontró- es lógico, con tantas veces que nos tuvimos que mudar..." y ahí me levantó el ánimo para que siga estudiando.



En el verano de 1970-1971, mi papá me enseñó a jugar al ajedrez y a andar en bicicleta. Se quedaba con nosotras dos o tres días por vez. Yo tenía un amiguito del barrio que era dos años mayor y él jugaba también al ajedrez con papá. Vivimos con él hasta el 8 de diciembre de 1975, cuando nos secuestra el ejército.



Santucho se desvivía por sus hijas. Con frecuencia se exponía yéndolas a buscar a la salida de la Academia donde estudiaban. "En el '75 papá nos llevó a la cancha a ver un partido de fútbol. Jugaban River y Estudiantes y me acuerdo que ganó Estudiantes. Salíamos con mis hermanas y Liliana (delfino). Papá subió unos kilos a propósito para dificultar su identificación y se ponía un bigotito gordo. Era la única cosa que se ponía. Y yo le decía "¡Lo tenés torcido, papá!"



En 1974 vino del monte, de Tucumán. En casa cocinó un guiso de mondongo riquísimo que le enseñaron unos compas allá, en el campamento. Él me decía: "Cuando tengamos la zona liberada vamos a estar bien y vamos a estar todos juntos". Mi hermana Marcela estaba disconforme con la forzada clandestinidad.

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